miércoles, 15 de junio de 2011

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Colofón

Buscando y dando sentido

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L u i s   W e i n s t e i n *

 

Durmió largos años. De ser normal, habrá soñado muchísimo. Sin embargo, no lo sabemos porque, al despertar, en vez de contar los sueños que recordaba, los empezó a vivir, muy en confianza.
Hay que suponer que llegó a ser muy grande el desorden que hicimos como para llegar a despertar a la naturaleza.

El opio de las palabras
Desgrana la videncia

Quiso guardar todas las sonrisas
Y ya nadie confió en sus lágrimas

Todavía intenta juntar los dos árboles prohibidos
Sin dar con el espejo apropiado para sí

En su testarudez
Cuida de mantener la muerte con llave
Moviendo en deleite las alas
Dejó de escuchar al infinito

Su mirada pálida
Construía muros de dolor ante el asombro

Débil de asombro,
Creyó mortal al color azul

Ofendió a la vida
Olvidando a la nada

Intentando vadear el encuentro
Se prodigó en pequeños asombros

Quería tomar el tiempo con la mano desnuda
Dejó de soñarlo la eternidad

No pudo cicatrizar la nostalgia
Las flores nunca pasaron del botón

Puso sin pudor la escalera más abajo del ser
Todas las lenguas convergieron hacia la letra o

Levantó el mar suavemente hacia el cielo
Los hechos de todos colores cantaron la letra y

Quiso más certeza que la noche
Ella sólo le guiñó una estrella.

Confiado, conectó su corazón con los gestos de la luna
Maduro, el sol lo protegió del lado oculto

Creía beber savia del universo,
Pero dejaba escurrir las preguntas

Inscribió la propiedad sobre almas ajenas
Se sobresaltó al constatar la comunidad de mundo

Puso al instante en un insectario:
Voló acompañado de las mariposas

Cada vez que se vestía de alguna emoción
Alguien delataba que estaba desnudo

Pretendía ser indiferente a las sincronías:
No pudo entender la relación con su cuerpo

Llegó a la cima del deber:
Se extrañó de las alturas innombrables en el horizonte

Pretendía ordenar piedras, nubes y fechas
Con un deseo turbio, alucinante

Navegaba incansable en pos de la magia
Aquella con que construyó su embarcación

Venía cabalgando, confiado, en su sombra
No la vio galopar el laberinto de los sueños

Era leal con la religión de las cosas
Su luz obscurecía su sed de profundidad

Con lamentable olvido de su condición de huésped
Criticó torpemente la vida de la tierra

Empeñado en cortar una rebanada de amor
Perdió la mirada que habría cambiado su vida

Esmerándose en definir la vida en son de crisálida,
No sentía el dolor del infinito

Angustiado, soñaba con exámenes
Ajeno, no reconocía ser quien examinaba.

Espirituales y sociales
Los espirituales
llegando a la cima
sólo quieren dar, pero estando lejos
no encuentran al otro
Los sociales en el valle
dan a diario
sin llegar al fondo del otro.


* Poeta, ensayista, educador comunitario, médico especializado en salud mental.

Manifiesto por una Cultura Solidaria

Búsquedas en solidaridad
N a d i a   C a m p o s *

 

En su interior el ser humano aspira a la felicidad. ¿Dónde estará? ¿En las estanterías de los supermercados como promete la publicidad? Sinceramente creo que no, pero percibo que muchas personas andan por la vida sin cuestionar mucho.
¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Qué estamos haciendo en este planeta?
La mayoría de los niños son metidos entre cuatro paredes en escuelas con estructuras educacionales atrasadas y arcaicas entregadas al abandono o a la lógica de la “educación privada”. La educación se transforma entonces en una inversión financiera. ¿Dónde quedan los valores de bondad, justicia, solidaridad, libertad, amistad o alegría? Parece que están en extinción, resistiendo en la memoria de los ancianos, en pueblos que mantienen tradiciones consideradas primitivas que unos pocos intentan preservar en medio de la acelerada vida moderna. La necesidad de conocimientos de una ecología profunda es hoy inevitable. Espiritualidad y ciencia intentan aproximarse para hacer un llamado urgente: Gaia, la madre tierra que también es un ser vivo, no soporta más esta sociedad materialista.
El miedo es lo que separa a las personas, bloquea al amor y genera desconfianza. Así las personas se separan del prójimo, del hermano, del vecino y del forastero por una u otra razón. ¿Por qué estar separados?
Si nos unimos las causas serán comunes. ¡Cantaremos y bailaremos juntos! Sabremos cuidar de los ecosistemas. Respetaremos a los árboles y a los animales, practicaremos una agricultura limpia y multiplicaremos las semillas. Cuidaremos las nacientes de los ríos y los océanos como el ejemplo de los indígenas bolivianos que en muchas comunidades limpian los canales de agua en rituales sagrados. Los gestos de gentileza valdrán más que todo. Seremos más felices, más unidos y conscientes de nuestra pequeñez ante el universo.
Comparto estas palabras como luces de esperanza para que la solidaridad se practique en nuestra vida diaria. Que rompamos los viejos y rígidos conceptos que nos impiden ver más allá. Que desaprendamos para seguir aprendiendo. Agradecer a cada respiración el aire que nos permite estar vivos y hacernos responsables para que las próximas generaciones disfruten y vuelvan a sentirse en armonía con la naturaleza de la cual somos parte. Que las partes se equilibren, ya que son interdependientes.


* Música y arte educadora brasileña.
http://www.myspace.com/nadiacampos

La fuerza de conciliación

Búsquedas en comprensión
E d u a r d o   Y e n t z e n *

 

Muchos temas me motivan a pensar y tratar de comprender el mundo; pero hay un tema que me horroriza, y es la capacidad de destrucción del ser humano. Cuando la vida parece ser bella y me deleito viviéndola, me surge la imagen demoledora de cuántas personas hoy mismo están haciendo sufrir a otras personas.
Estoy convencido que la fuerza de esta manifestación destructiva es todopoderosa. La historia humana la retrata. He escrito antes sobre cómo en Chile cada cuarenta años más o menos nos enfrentamos con violencia entre dos sectores –que sólo van cambiando de nombres– con las consiguientes torturas y muertes.
¿Está a nuestro alcance –a mi alcance– hacer algo para detener esto? Una mirada mínimamente objetiva dirá que no ha sido posible hasta ahora, y que no hay mejores condiciones hoy para que sea posible, salvo las de estar viviendo un período de transición –como los ha vivido la humanidad cada quinientos años. Y por otro lado, es inconcebible dejar de intentarlo, especialmente en estos tiempos de transición.

¿Cómo intentarlo?

Existe una manera que se ha puesto las más de las veces en práctica: “vencer al mal”. Mi convicción es que este es un mito. Es un error de comprensión.
La otra manera de intentarlo ha sido la propuesta espiritual: unificar a la humanidad en el amor. Este camino es el de mi convicción, pero es imposible desconocer que ha sido impotente. Y de nuevo, es inconcebible dejar de intentarlo.
A la base de la explicación de por qué el camino de la unidad en el amor no se produce está lo que parece ser “la” gran enfermedad humana, su pecado original, una limitación espiritual o psicológica que la hace cristalizar todo en dos polos opuestos que se posicionan eternamente uno contra el otro.
Y el antídoto frente a esto ha sido siempre el intento por devolver al ser humano la conciencia de la tercera fuerza, aquella que neutraliza el conflicto, que integra los opuestos, que armoniza la convivencia y a cada ser humano en su interioridad psicológica. Es la fuerza de la conciencia, del amor, de la espiritualidad que unifica lo que el ser humano “caído” ve como dividido y en antagonismo. Este antídoto ha sido desde siempre una experiencia práctica conseguida a través de un aprendizaje práctico: el trabajo espiritual, la búsqueda de iluminación.
Hacer conciencia y adquirir la tercera fuerza es lo que creo que podemos intentar, una vez más.

Los tres principios de la revolución francesa: libertad, igualdad y
fraternidad

En estos principios está expresada una versión laica de la tercera fuerza. Es increíble ver cómo tras ese episodio histórico el mundo se fue dividiendo en dos bloques, uno que tenía por aspiración la libertad y el otro la igualdad. Pensemos en lo insólito que dos ideologías se repartieran estas dos aspiraciones para instalarse como dos fuerzas opuestas luchando una con la otra por el predominio, dispuestas a destruirse con armas atómicas. Es tan absurdo. ¿Por qué no se propusieron ambas ser igualitarias y libres?, ¿por qué no compartían sus procesos, sus búsquedas, sus dificultades? ¿Por qué no fraternizaron?
Por fortuna, o más bien gracias a la acción de la tercera fuerza de conciliación, el bloque soviético se auto-disolvió, permitiendo que no siguiéramos avanzando hacia la destrucción recíproca. Pero bastó que dejara el vacío para que la polaridad beligerante comenzara a ser llenada por elementos del mundo árabe, y quizás después ocupe ese lugar China, o cualquiera. Y ante la ausencia del marxismo, surge hoy todavía difuso un polo antiliberal. Y ya están luchando.
A todos los que vemos el egoísmo el abuso y la maldad de quienes detentan el poder nos es tan tentadora la ilusión de derrotar al polo dominante ‘malo’, con la convicción de que advendrá el bien. Pero hemos visto que no es nunca así, que no hay “fin de la historia”, que al igual que en un imán, al cortarlo para eliminar el polo negativo, la polaridad positiva-negativa se reconstituye en cada uno de los fragmentos.
Antes de avanzar, necesito expresarme –probablemente justificarme– pues esta tercera fuerza ha sido siempre mal vista. Lo es desde la idea de que si no estás conmigo estás contra mí. Lo es desde el psiquismo polar que se instala en el conflicto y no ve otra forma de vivir y de solucionar las cosas que a través del conflicto. Es juzgada como amarillismo, cobardía, apatía, etc. descalificaciones difíciles de sobrellevar, especialmente ante los amigos luchadores por las causas libertarias. Nos preferirían aliados para vencer y hacer imperar el bien.
Pero mi convicción ya se ha hecho demasiado fuerte como para ceder ante estas descalificaciones: el bien no está al otro lado del triunfo de una de las dos fuerzas polares, el bien sólo está en la conciliación, integración o armonización de las dos fuerzas opuestas a través de la fuerza de la fraternidad, emergiendo como tercera fuerza.
Lo más difícil para aceptar esto como un bien, es que en principio representa un mal para ambas partes. Ello porque la tercera fuerza para poder conectar las fuerzas confrontadas, no puede en principio sino generar lo intermedio. La fraternidad necesita partir como fuerza de mediación, su búsqueda es lograr un acuerdo en algún punto intermedio entre las partes. Y esto no lo desea ninguna de las partes.
Por otro lado, la tercera fuerza es débil. Y su posibilidad de predominio es muy remota porque requiere que acumule una gran fuerza. Imaginen una pelea entre dos personas. Lo más habitual en la conducta humana, si hubiera cuatro personas observando, es a no involucrarse o bien a tomar parte por uno de los dos. Lo que en general no surge como conducta es neutralizar la pelea. Se necesita la fuerza de las cuatro personas que observan para que dos sujeten a  un contendor y las otras dos al otro. Así neutralizan el conflicto. Pero ello requiere la fuerza de cuatro. Y Además, no queda nadie para hacer nada. Se requieren más de cuatro, para que cuatro neutralicen y los otros puedan realizar algo constructivo.
Mi intento es contribuir a fortalecer una tercera fuerza, que busque primero neutralizar, luego mediar, y finalmente lograr la fraternidad.

¿Cómo convencerse de que el mayor bien posible es el de neutralizar y fraternizar?

Es muy difícil. La ilusión de que el bien se logra tras eliminar al mal es fuertísima. Se requiere un gran sentido de visión y comprensión de los hechos humanos a lo largo de los tiempos para ver que no hemos vivido una historia ascendente, sino un eterno retorno del conflicto bajo polaridades con distintos nombres.
Pero existe un camino privilegiado para converse, y es a través de ver las polaridades en conflicto en nuestro propio psiquismo. Reconocer que nunca hemos podido eliminar nuestros ‘rasgos malos’, y que siempre hemos vivido en lucha con ellos. Que en eso hemos gastado la mayor parte de nuestra energía sin nunca ‘vencer’. Y saber que podemos intentar el camino de la mediación y de la conciliación interior, la integración entre nuestros rasgos interiores en conflicto, la fraternidad intrapersonal. Este es el camino de la conciencia. Pasamos de la polaridad a la unidad y armonía interior.
Esta posibilidad para nuestro mundo interior me es ya una convicción. Una experiencia vivida en un grado suficiente como para asumirla como una certeza. Mi búsqueda hoy es intentar favorecer procesos de fraternización interior con impacto exterior: en comunidades, en instituciones, en el mundo social. Agradeceré mucho todo apoyo que me puedan brindar en este intento.


* Docente de Desarrollo Personal

Ilustración: Roberto Matta, litografía de la serie El Quijote.

En tiempos de crisis: las mujeres también tenemos la palabra

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M a f a l d a   G a l d a m e z   C a s t r o *


Nos encontramos en crisis y a veces las respuestas, no llegan con la misma facilidad con que llega el problema, o las soluciones, no son tan sencillas de aplicar y que los obstáculos para abrirnos camino hacia la solución de esos problemas son tantos para las mujeres, que parece que una roca gigante se nos viene encima, y que no existirá forma de avanzar en una propuesta coherente que aglutine a las diversas expresiones del movimiento organizado de mujeres, para unirnos en una fuerza centrífuga que debilite esa mole que nos aplasta.
Lo cierto es que siempre existen salidas, a veces unas más lentas que otras, pero si estamos precisamente ubicadas y comprometidas con esta sociedad, es porque confiamos y estamos convencidas que para que haya otro mundo posible tiene que haber un compromiso personal en primer lugar, que genere un compromiso colectivo de entrega de conocimientos, de transmisión de saberes, pero por sobre todo, de unión de las fuerzas que hagan frente al enemigo poderoso y hostil que depreda cada día nuestros territorios, nuestras riquezas naturales, nuestros cuerpos y por supuesto nuestra identidad y nuestra cultura.
La historia de nuestra América, desde la llegada de los conquistadores, está plagada de usurpaciones, violencia, ultraje, explotación y esclavitud amparada en una ideología “civilizatoria”. Pero otros fueron los motivos, otras las necesidades, que impulsaron y llevaron a una nación extranjera sobre la base de la fuerza y un supuesto orden moral y religioso que no tuvo límites, para implantar las bases de un nuevo sistema social, económico y político sobre nuestros territorios. En más de 500 años sobre el continente americano, las montañas, los valles, los ríos y mares han sufrido el exterminio indiscriminado de sus habitantes, su flora y fauna, sus productos marinos, y las riquezas minerales por la depredación sin límites de las empresas extranjeras. 
Lo construido hasta entonces sobre una cosmovisión integradora hombre, mujer, naturaleza, fenómenos atmosféricos, ciclos climáticos y lunares, tenía y tiene su propia expresión y comprensión de la realidad que vivían y viven hoy nuestros pueblos originarios. La erosión en árboles nativos, plantas destinadas a la alimentación y medicinas, ha provocado un daño sin retorno y han desaparecido en el planeta miles de especies diferentes que abundaban en bosques, valles y montañas. Pero no hemos sido las mujeres ni los campesinos los que hemos provocado tal erosión porque se podrá hablar de muchas diferencias entre las culturas prehispánicas y las llamadas culturas occidentales, pero de lo que nunca se nos podrá acusar, será de la depredación de los pueblos originarios sobre sus recursos naturales. 
Hoy las corporaciones globales controlan el 24 por ciento de la vegetación, productos agrícolas comestibles, fibras textiles, caucho, madera. Y además las grandes compañías químicas, agro-biotecnológicas y de energía están formando empresas de innovación tecnológica para poder aprovechar toda la vegetación antes considerada marginal (que se había mantenido fuera del mercado mundial) para mercantilizarla.1   Pero las nuevas tecnologías no aseguran que la crisis alimentaria y la crisis energética sean superadas, porque lo que las corporaciones están asegurando es que los mercados sean monopolizados en beneficio de sus ganancias ilimitadas. A cambio ofrecen a los gobiernos que reducirán el hambre y la pobreza en el mundo, que encontrarán la cura de enfermedades como el cáncer o el VIH, y además limpiarán el ambiente. 
Y así, las costumbres, la cultura y los territorios siguen transformándose inexorablemente producto de  grupos altamente poderosos, que antes ejercían el control a través de las armas y el exterminio directo. Hoy sus  herederos, lo hacen a través del control de políticas económicas sustentadas en  las nuevas tecnologías, amparados en gobiernos autoritarios para los pueblos y complacientes para las transnacionales, que han permitido en sus propios territorios el uso ilimitado sobre todo lo que ellos consideren digno de ganancia. Ejemplo más reciente de ello es la UPOV91 aprobado en el Senado con la venia incluso de dirigentes campesinos.
Los medios comunicacionales son otro elemento controlador de la vida humana, altamente distractores y dirigidos específicamente a mantener una masa cautiva para una política de mercado y cooptadas para una sociedad de consumo, no pensante, no crítica, no creativa, no deliberante, nos  incitan a diario a seguir pautas y modelos estereo-tipados de farándula y vida pública bajo una concepción falsa de la vida: “tanto vales, según tanto tienes o consumes”.
Nos encontramos de esta forma en un Chile actual que no reconoce su alienación ideológica del capitalismo, producto de una sistemática desinformación, una crisis de los partidos políticos tradicionales, que se han desentendido de la formación política y un desgaste en la sociedad que incluye a hombres y mujeres que han depuesto sus mejores armas, el pensamiento crítico y la capacidad de acción y movilización hacia una bandera de lucha común, defender los derechos humanos como un bien único que les permite sustentar todos los otros derechos económicos, sociales y culturales.
En este contexto, las mujeres siempre hemos sido más versátiles en materia de  la defensa de derechos, y pese a que desde los tiempos antiguos el patriarcado se instaló en gloria y majestad, imponiendo su androcentrismo para ejercer su dominio sobre los territorios usurpados, hemos dado una lucha permanente por instalar un nuevo imaginario colectivo. No somos la costilla de Adán, no somos minoría, no somos las débiles, no somos las objetos del otro, simplemente somos el genero femenino de la especie humana.
Y desde esa versatilidad en que nos encontramos ubicadas, la defensa por la vida, la biodiversidad, la soberanía alimentaria, los derechos laborales, la educación, la participación política, la salud, los derechos sexuales y reproductivos han sido una tarea permanente de las mujeres en todos los tiempos. Desde las diferentes etapas que ha cruzado nuestra historia como nación, las mujeres hemos participado en la vida productiva y en tiempos de guerra y desastres naturales (como el ocurrido recientemente) las mujeres hemos sido las primeras en levantarnos  y organizarnos  para asumir un rol de liderazgo en la reconstrucción y restauración de nuestros espacios territoriales.
Y así “como el cuerpo se califica como un territorio personal y privado –un territorio individual– que debe dar lugar a expresiones de autonomía, igualdad, dignidad y libertad para la toma de decisiones y la realización de acciones”2, así también nosotras comprendemos que las organizaciones de mujeres deben ser el cuerpo que constituya un espacio político y social relevante, avalado y protegido por acuerdos y convenios internacionales que consagran nuestros derechos.
La experiencia nos enseña que tenemos que ubicar nuestra mirada en lo local, desde un contexto global. En el plano nacional, las mujeres debemos ser capaces de analizar, construir y reorganizar relaciones de reciprocidad y complicidad entre distintas organizaciones de mujeres, feministas, sindicales, sociales, académicos, de instituciones públicas y privadas, que  trabajen por restablecer una red y entramado social crítico y activo en respuesta al contexto político actual. Trabajar en la formación para extender el conocimiento hacia otros frentes organizativos; ampliar las reivindicaciones desde las distintas áreas temáticas en que nos movemos; no limitarnos a defender sólo nuestro eje temático. Existen muchos problemas y son originados desde un modelo hegemónico mercantilista y deshumanizado. Que ha provocado esta crisis de valores. No permitimos el cargarnos con una responsabilidad que no tenemos los sectores sociales más deprimidos económicamente.
En el contexto global, el movimiento social y de mujeres ha logrado posicionar temas  comunes que denuncian y rearticulan acciones en defensa de los derechos de la madre tierra, la biodiversidad, la soberanía alimentaria, la defensa de las semillas, la autonomía de los pueblos,  los derechos sexuales y reproductivos para las mujeres, el reconocimiento de las personas a su diversidad sexual, e identidad cultural, la oposición firme y tenaz a la criminalización de la protesta social, Todos estos elementos nos unifican bajo una cosmovisión ancestral y nos fortalecen con una identidad de clase, para avanzar en propuestas y estrategias de luchas comunes. Desde las mujeres, debemos impulsar la defensa de una agricultura campesina local dirigida a la alimentación mediante cultivos propios que generen la necesaria soberanía alimentaria, la producción y la reserva de alimentos, sacando al capital especulativo e industrial del sector del sector agrícola. La agricultura industrial calienta el planeta y la agricultura campesina enfría el planeta, sostiene una declaración de Vía Campesina, que entre las propuestas significativas para las mujeres rurales e indígenas del mundo, ha impulsado la campaña por el fin de todos los tipos de violencia hacia las mujeres, incluyendo la física, la social y la institucional. “El alcance de la verdadera paridad de genero en todos los espacios internos e instancias de debates y toma de decisiones son compromisos imprescindibles para avanzar como movimiento transformador de la sociedad” (Via .Campesina.).
Si pensamos en la criminalización de los movimientos sociales, hay países en todos los continentes donde la persecución ha tomado como su principal blanco a las mujeres que ejercen roles de liderazgo en los movimientos de derechos humanos y en las comunidades indígenas, sin contar los países que se encuentran ocupados por fuerzas militares extranjeras donde el cuerpo de la mujer es utilizado como botín de guerra. Y si hablamos sobre la disputa entre los cuerpos, las mujeres estamos una vez más en situación de ensañamiento y una creciente vulnerabilidad y desventaja frente a nuestros pares en una sociedad en crisis creada por el sistema que cuenta con el apoyo de sectores fundamentalistas y religiosos.
No existe una respuesta única a esta crisis, lo que sí tenemos en claro, es que hay que abrir muchas compuertas que nos lleven a una salida determinada por nuestra voluntad de emancipación. Uno de los objetivos de esta acción emancipatoria de las mujeres, es el desarrollo de una sociedad más crítica, informada y propositiva, basada en la igualdad y el respeto a los derechos humanos de las personas, en la solidaridad entre los pueblos, la defensa de los recursos naturales y el compromiso de unidad y acción de hombres y mujeres para enfrentar todas las crisis que tienen distintos apellidos, pero que se originan por una causa única: el capitalismo.


* Poeta, dirigenta de ANAMURI y Coordinadora Marcha Mundial de Mujeres-Chile.
1 Revista Biodiversidad, abril, 2009. (nuevas tecnologías, modas, mentiras y peligros).
2 Leticia Artiles Visual, ponencia en XI Congreso de ALAMES. Revista Mujer y Salud. Abril 2010.

Otra vez en la Historia “todo lo sólido se desvanece en el aire”

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H e r n á n   D i n a m a r c a *

 

“Por primera vez podemos alterar el curso de millones de años de evolución de la biósfera, crear nuevas especies animales y vegetales e incluso transformar el material genético humano. Por primera vez el hombre está en condiciones de estallar bombas nucleares y destruir gran parte de la Tierra, si no toda ella. Por primera vez somos los responsables de una crisis ambiental de carácter planetario... Asistimos a un cambio epocal de tal dimensión que exige repensar completamente el mundo y la Historia”.

Altamirano - Dinamarca: Después de Todo. Ediciones B, 2000.

Aquí, en pocas páginas, esbozo una convicción: vivimos un cambio de época histórico,  y también desnudo mi entusiasmo ante lo que ha sido una búsqueda desde que soy consciente: observar con asombro el devenir humano.
En las últimas décadas –a partir de los años sesenta del siglo XX– conceptos como sociedad posmoderna, sociedad posindustrial, sociedad poscapitalista, sociedad posbiológica pasaron a formar parte del habla común en las ciencias sociales. Sé que todos los conceptos no dicen lo mismo, obviamente. Sin embargo, más allá de sus diferencias, mediante el uso del prefijo pos llevan implícita la idea de superación de una época histórica.
Es como si con distintos lenguajes se estuviera escribiendo el epitafio histórico a lo que ha sido el modo de vida construido por la modernidad –en los últimos 4 siglos, al menos en occidente– y en simultáneo se estuviera escribiendo, también con distintos lenguajes, un futuro que será otra cosa. Y como estamos inmersos en el cambio, este futuro abierto sólo se puede nominar como una época posmoderna, en el sentido de posterior a... Se trata de una mutación cultural, de una intensa ruptura en la histórica continuidad de la especie. Y como siempre la Historia está abierta, pues la hacemos nosotros.
El historiador de la cultura, filósofo y sicólogo transpersonal norteamericano,  Ken Wilber, explora la transformación de conciencia presente en todo cambio de época histórica: el cambio de mirada en la auto-conciencia, en la relación con los otros y en la relación con la naturaleza, que es el signo más profundo de un cambio de época. Se trata del cambio en la visión de mundo o paradigma social de una época a otra. Es el cambio en “Lo que veo”. “Cada uno de los peldaños (época histórica) del proceso de desarrollo evolutivo nos brinda una visión diferente del mundo.”1
Wilber, heredero de una tradición de estudios de la evolución de la conciencia humana, ha sistematizado las siguientes etapas en el devenir cultural: la arcaica instintiva, una conciencia alerta e impulsiva propia de los grupos cazadores-recolectores primitivos; la mágica, una conciencia que encantaba el mundo en las primeras sociedades tribales; la mítica, una conciencia conformista de pertenencia a la tierra, a la gran madre, al padre sol, además de etnocentrica, propia de las grandes civilizaciones y ciudades estado-antiguas; la conciencia formal-racional-instrumental, propia de la época moderna occidental, que representa el mundo, que separa sujeto-objeto, conciente e individualista, que tiende a superar lo etnocéntrico hacia lo mundi-céntrico; y una potencial conciencia holística, ecológica, integral, respetuosa de lo diverso, planetaria, que sería precisamente la nueva conciencia que puja por emerger en la actual transición de época histórica o cambio de visión de mundo.
Esto, pese a su relevancia, lo olvidamos frecuentemente cuando dejamos de mirar la historicidad de los procesos humanos. De ahí que en lo cotidiano, a nuestra tecnocracia modernizante –un poco anticuada–, le cuesta imaginar que las cosas podrían ser y hacerse de otra manera. Pero cada vez más, ante el desafío histórico de la insustentabilidad, es la ciudadanía quién explora creativa e innovadoramente en la bella consiga sesentera inspirada en la intuición de William Blake: Imaginación de ayer: evidencia de hoy.
El debate intelectual de nuestro tiempo en las ciencias sociales, desde los años 60, ha sido la crisis de la modernidad y el cambio de época histórica. E historiadores y pensadores coinciden en que las transiciones históricas son bifurcaciones complejas en las cuales se modifica la auto-conciencia humana, la relación de la humanidad con la naturaleza y la matriz cultural-material. Es que en un cambio de época acaece una ruptura en la continuidad “normal” de la Historia; éstas ocurren cuando las matrices conceptuales o la visión de mundo de la época antigua se revela insuficiente u obsoleta ante las nuevas realidades. Recordemos que, tanto en la deriva de la naturaleza como en la historia cultural, la evolución deviene en continuidades y rupturas.
En un cambio de época necesariamente ocurre la deconstrucción de la antigua visión de mundo y, en paralelo, la construcción de una nueva visión de mundo o nuevo paradigma social. La tarea teórica de la deconstrucción y de construcción en las últimas décadas la han realizado una pléyade creativa y diversa de autores que participarían de una suerte de neo-ilustración, si se me permite la analogía- en el actual cambio de época histórica.
Mencionamos algunas tradiciones. Los posmodernos desconstructivistas franceses; modernos autocríticos al estilo Habermas, Giddens y otros; posmodernos constructivistas de tradición norteamericana; pensadores sistémicos y construc-tivistas procedentes de las ciencias naturales y ciencias sociales; el pensamiento complejo, como ha llamado Edgar Morin a su notable síntesis epistemológica; los posmodernos históricamente constructi-vistas, concepto que he acuñado en algunos libros de mi autoría para dar cuenta de aquellos autores de oriente y occidente, del norte y del sur, que exploran en el nuevo paradigma ecológico y sistémico, que ven a la Historia en devenir y que, en consecuencia, comparten que vivimos un cambio de época histórica, complejo e incierto.2
Reitero que mi perspectiva unificadora de estas distintas tradiciones es desde la Historia. Las diferentes denominaciones que se auto-asignan o asignan al pensamiento posmoderno emergente entre distintos autores (ya sea paradigma sistémico, paradigma de la complejidad, paradigma integral, paradigma holístico, paradigma ecológico, etcétera), si bien pueden implicar sutiles diferencias conceptuales, en perspectiva histórica todos ellos están siendo participes del proceso intelectual de creación de nuevas bases ontológicas y epistemológicas. Todos coinciden, por ejemplo, en la superación del paradigma antropocéntrico instrumental y en transitar a una mirada integral, en red, de lo humano, la vida y el Kosmos; así como todos coinciden en la tarea de deconstrucción del discurso representacional, simple, que separa, que fue común a la modernidad. Su misión, consciente inconscientemente, está siendo participar en el nacimiento de un nuevo paradigma social, animando a millones y millones de ciudadanos del mundo que en el presente como Historia, desde su vivir, están intentando co-crear un mundo diferente y sustentable.
Una análoga dinámica de decons-trucción - construcción, de ruptura, ocurrió en la última transición de época en occidente. Hay consenso entre los historiadores que durante los siglos XVIII-XIX fue cuando se consolidó el sueño iniciado en el Renacimiento de poner al hombre como medida de todas las cosas. La aventura intelectual ilustrada terminó de deconstruir lo viejo y consolidó la nueva visión de mundo, marcando así el fin de una época y el comienzo de otra. En el núcleo de la modernidad, con su luz, ha estado la libertad creativa y el pionero impulso empático del romanticismo y la autonomía humana, y, con su sombra, ha estado el exceso antropocéntrico instrumental y la conciencia de separatividad que hoy nos tienen viviendo una crisis ambiental sin precedentes en la Historia.
“Los problemas que se plantearon durante este siglo no hallaron solución en el marco del régimen social imperante y, por lo tanto, forzaron el cambio social. Un cambio social que marcaría el fin de una época” (J. J. Rousseau, El Contrato Social, 1762). Estas palabras de Rousseau fueron escritas al calor de los acontecimientos que precedieron a la gran revolución francesa, hito histórico socio-político de la modernidad. Hoy, los historiadores ratifican la mirada de Rousseau acerca de los cambios cualitativos y simultáneos que en ese siglo transformaron las relaciones de producción, las relaciones de poder, el modo de vida y la cultura.
Hoy los problemas que eclo-sionaron a partir de la década de los 60 del siglo XX, en especial, la crisis ambiental (cambio climático, pérdida de biodiver-sidad y rarefacción de los recursos naturales), junto a la presión demográfica, tecnológica y social, de carácter planetario en una interconectada Gaia, no han tenido ni tendrán solución en el marco del modo de vida imperante –en tanto han sido la causa de los mismos–. Por ello, el principal desafío es echar a volar la imaginación creadora. Se necesita encantarse con la emoción empática hacia los otros y hacia la vida que re-emergió en los sesenta y, luego, actuar en consecuencia.
Quiero detenerme brevemente en un tema que está en el corazón del actual cambio social paradigmático. Me refiero a cómo se ha entendido en la modernidad y cómo potencialmente se empezaría a entender en la nueva mirada la idea del cambio. Y lo hago, pues, como leeremos, el cambio de visión acerca de la idea del cambio es uno de los signos más poderosos del actual proceso de transición de época histórica.
Con la modernidad y su idea-fuerza de progreso emergió un concepto de cambio en su momento revolucionario, creativo, aunque con el tiempo desnudaría su sino arrasador. Para Condorcet (filósofo, político y matemático ilustrado) y los padres fundadores de la modernidad el progreso material –de ahí la alienación en la posesión– y moral –de ahí en la fe en la superioridad ante el otro diferente y otras especies– del ser humano era una especie de nueva divinidad. (Condorcert - 1793)
Desde esa idea del progreso ilimitado como algo bueno per se, nacería una acrítica valoración del cambio por el cambio y por el cambio. Ésta se instaló lentamente como un nuevo filtro en la visión de mundo, en el sentido común del hombre y la mujer occidental: en “Lo que veo”. Pese a la reacción desde el romanticismo a esta mirada, nada pudo con la emergencia poderosa de esta unilateral nueva idea (pues progreso no es sinónimo de evolución) y caímos en el cambio por el cambio ciego e irreflexivo. Al respecto recordemos el título, inspirado en Marx, de la obra sociológica referencial de Marshall Berman: Todo lo sólido se desvanece en el aire: la experiencia de la modernidad. Es que hasta hoy la modernidad todo lo desvanece y lo destruye, ya sean modos de vida, objetos y experiencias. Desde esa inercia hemos terminado por amenazar incluso la continuidad de lo humano.
Con ese ánimo, la ya antigua tradición y cosmovisión de la época moderna, ha desdeñado cualquier tradición –salvo la propia– y, en consecuencia, ha desdeñado a la memoria (en paréntesis, si la naturaleza, hiciera eso, con esa radicalidad, desapareceríamos de inmediato, en tanto el ADN es memoria). Fue tanto el ahinco de los padres fundadores por deconstruir un pasado en que al ser humano le atenazaban irreflexivas tradiciones –pues eso era en parte el mundo feudal y medieval–, que, como respuesta cultural, instalaron unilateralmente sus nuevos valores y visiones. Y lo hicieron sin saber que, junto con instalar sus propias tradiciones, desencadenaban potenciales resultados indeseados: a la larga desaparecieron culturas, conductas, ideas y valores, y hoy incluso amenazamos a la biodiversidad y a la sociodi-versidad.           
Debido a la radicalidad de esa amenaza, en nuestro presente como Historia, en otro cambio de época, esa idea del cambio por el cambio ciego e irreflexivo –que ha estado en el centro de la visión de mundo de la modernidad– se encuentra en crisis y en tela de juicio por una nueva mirada. Esa idea de progreso que arrasaba irreflexivamente con la memoria y las tradiciones hoy se nos aparece como un antiguo valor, una simple tradición moderna que esta siendo cuestionada por el nuevo concepto de innovación que emerge con la nueva mirada posmoderna –y reitero que escribo pos en estricto sentido histórico–.
La innovación para la nueva mirada no es el cambio por el cambio, sino que en cada emergente gesto innovador debemos en simultáneo considerar a la ruptura, qué debo cambiar, y a la continuidad, qué debo conservar. Este nuevo concepto de innovación subvierte la relación que en la tradición moderna hemos tenido con el cambio –en sí lo bueno– y la conservación –lo malo a priori, salvo para los conservadores–.
En el actual cambio de época, en no pocos dominios, es revolucionario ser conservador y oponerse a cambios que por su ceguera pueden ser potencialmente destructivos. Por ejemplo, sujetos y organizaciones, conciente o inconcientemente, animados por esta nueva mirada quieren conservar un acoplamiento estructural congruente entre cultura y biósfera, luego se oponen a cambios tecnológicos y productivos que potencialmente destruyen los ecosistemas y otras especies. Quieren conservar la socio-diversidad, luego se oponen a cambios que puedan dañar a culturas locales (la película posmoderna Avatar es un icono de esta nueva tesitura). Quieren conservar la proximidad humana, luego cuestionan la sombra que conllevan las Tecnologías de Información y Comunicaciones (TIC) con su amenaza a la continuidad de la relación cara a cara con el prójimo y la naturaleza. Y quieren conservar la biodiversidad, luego cuestionan las aplicaciones biotecnológicas por sus riesgos potenciales cuando son guiadas irreflexivamente por la avaricia y posesión.
En síntesis, hoy ser revolucionario es oponerse a los antiguos valores que ayer instauró la modernidad y que han resultado dolorosos, así como hay que conservar otros que ya son logros valóricos irrenun-ciables en la deriva cultural humana: la democracia, la autonomía y la emoción empática, por ejemplo.
Este cambio de visión, está en la base de la idea ecológica de sustentabilidad que ha revolucionado al mundo contemporáneo, instalándose en pocas décadas en el centro de las conversaciones en todos los ámbitos de lo humano.
Por lo anterior, la idea de cambio histórico (cambio de época) hoy no debe conceptualmente ser confundida con la idea del cambio por el cambio (más allá que vivimos una época de cambios). La idea de cambio histórica en la mirada posmo-derna se ajusta a su estricto sentido original: como una necesidad ética en la especie ante la insustentabilidad de un modo de vida ya antiguo.
Al inicio escribíamos que cuando mutan la autoconciencia humana, la relaciones con el otro y la relación con la naturaleza, esta acaeciendo un cambio de época. Pues bien, es lo que ocurre hoy cuando en la auto-conciencia humana el valor de la autonomía, el gran logro moderno, se complementa con la sensación de pertenencia; cuando en la relación con los otros, la competencia es complementada con la colaboración, mientras la simple tolerancia entre iguales es trascendida por la emoción empática del respeto a la legitimidad del otro y la otra, según gusta decir a nuestro biólogo Humberto Maturana; y cuando en la relación con la naturaleza empezamos a entender que como seres humanos somos cultura y biósfera, imbricados y en continuum. 
Tal como hace algunos pocos siglos, en los orígenes de la época moderna, el proceso histórico que impulsaron los padres fundadores, con sus ideas de progreso y de racionalidad instrumental, llevaron a que “todo lo sólido del antiguo mundo feudal se desvaneciera en el aire”; hoy, de igual modo, pero en distinto signo, las nuevas ideas del paradigma ecológico llevan a que “todo lo sólido del antiguo mundo moderno occidental se desvanezca en el aire”.
Claro que, igual que ayer, en ese proceso histórico se está gestando otro “aire”, cuyas “moléculas” son las nuevas ideas y valores que respiraremos todos en el mañana. Y quizas qué nuevas tristezas y alegrías, sufrimientos y sueños, nos depare ese mañana. No sabemos. Lo que sí sabemos es que, a manera de cambio histórico, hoy en el aire flota una nueva mirada y nuevas conversaciones.


* www.hernandinamarca.cl
1 De la profusa obra de Ken Wilber, sugiero el libro Breve Historia de Todas las Cosas, editado por Kairós en español.
2 A quienes se interesen por esta materia sugiero el capítulo 1 del libro de mi autoría Epitafio a la Modernidad (ver en www.hernandinamarca.cl) en el que hay un intento de sistematización de las diferentes miradas interpretativas del presente como Historia.  
 En lo personal, en el actual cambio de época me gusta hablar de autores que están creando en los últimos cicncuenta años e inmersos en una postmodernidad históricamente constructivista, relevando así a un conjunto plural de pensadores y actores sociales que han venido proponiendo emociones, ideas y prácticas para las construcción cotidiana y sincrónica de un mundo diferente. Entre ellos, menciono a los que a mi me han animado, aunque sé que son legión: Fritjof Capra, Ken Wilber, Brian Swimme, Hubert Reeves, Morris Berman, Humberto Maturana, Riane Eisler, De Souza Silva, Francisco Varela, Vandana Shiva, Gregory Bateson, Thomas Berry,  Abraham Maslow, David Ray Griffin, Edgar Morin, Jeremy Rifkin, Bruno Latour, y tantos otros pensadores y científicos, diversos entre si, que ni siquiera se sentirían tal vez interpelados por nuestro afán en inscribirlos como tales. Pero confiamos que en perspectiva histórica serán más unidos que confrontados.

martes, 14 de junio de 2011

Ak’abal, el poeta maya del nuevo tiempo

Aprendizajes para el Nuevo Tiempo, la Cuenta Larga de 5200 años que se inicia en diciembre del 2012 (Sexto Sol)

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 A l e j a n d r a   P a l l a m a r   y   E s t e b a n   V a l e n z u e l a *

 

Si  te encaramás en un viejo ciprés             
y trepás por sus ramas
verás que la tierra
no está lejos del cielo.

De vez en cuando camino al revés
es mi modo de recordar.
si caminara sólo hacia adelante,
te podría contar
cómo es el olvido
(Con los ojos después del mar).

Humberto Ak’abal es la principal voz poética de Centro América, es maya kiché, de la  lengua del Popul Wuj, el libro sagrado.  Vive en los bosques de Totonicapán, en medio de colinas verdegrises de cipreses que las comunidades cuidan desde siglos con reglas estrictas de sustentabilidad. Una región  a los pies de la Cordillera de los Cuchumatanes, en el altiplano de volcanes, lagos y soledades. Es un poeta lárico, como nuestro Jorge Tellier, que escribe sobre su pueblo, Momostenango, donde nació en 1952. Es breve, como los mayas, minimalista, como si Basho, el poeta japonés de los aikus se hubiese formado en la ciudad de Kumarkaj. Poemas de Chanalik, Desnuda como la primera vez, 2004. Allí la lluvia, la violencia, el silencio, la poesía: “Llueven los cantos de los cenzolotes, enamorados de la lluvia y el sol, parado a medio cielo, sin paraguas”.
Ak’abal nos muestra sin preámbulos el tejido de su alma, sus ingredientes mas preciados: el pasado como un tiempo fundamental  (“de vez en cuando camino al revés…”) y la naturaleza como espacio de conexión con lo sagrado. En la cosmovisión Maya la escucha del pasado, es decir, el recuerdo vivo de los ancestros y el asombro amoroso frente a la naturaleza están entretejidos en el mismo acto. Los ancestros son el vínculo con los orígenes de nuestra vida, nosotros eslabones de traspaso con la vida que vendrá.  Todos llegaremos a ser ancestros: “las generaciones actuales naceremos en la otra dimensión y entonces seremos ancestros de la humanidad, abuelas y abuelos de la vida”. El cosmos, el sol, la tierra y la naturaleza posibilitan la vida; “engendran”. La naturaleza y los ancestros nos recuerdan “el concierto cíclico de la creación”: nacimiento, crecimiento, realización e integración al origen.
 “Como el canto de los pájaros, el sonido del viento, el canto de los grillos, así son las palabras de la abuela comadrona que animan al ser cósmico de los retoños para viajar y florecer en esta dimensión. La palabra de la abuela comadrona es la experiencia de la vida milenaria. Su melodiosa voz es acompañada con los sonidos del caracol, que anuncian al Cosmos que ha nacido un nuevo integrante”, nos dice  Riogoberta Menchu con otros sabios en el texto Plenitud Maya. Ak’abal habla de esas tradiciones que les habita.

Hablando solo

si no tenés nada en la cabeza
cerrá la boca
no gastés saliva por gusto
Y la abuela
me dejaba hablando solo

La madre, la abuela, representantes vivas de la cadena eterna de la vida, son  voces de sabiduría y enseñanza. Sus mensajes contienen un conocimiento milenario de la naturaleza, que se ha traspasado de generación a generación; la inquietud de un animal, que percibe un entorno cambiante, una ruptura de su cotidianidad, y que nos envía así señales de lo que ocurrirá. La abuela enseña a callar, desalienta todo falso orgullo acerca de las propias palabras. La cosmovisión Maya invita a la humildad. Para ellos aprender la tradición es observación y escucha desde el silencio. El silencio posibilita la escucha: “especialmente del fuego y de sus mensajes”.
Hemos escuchado las palabras nostálgicas de amigos mayas que recordando a sus antepasados nos dicen: “no escuché a mi abuela que me hablaba de las nubes y lo que nos enseñan, ella podía predecir el tiempo y las cosechas observando el cielo todos los días”. La desconexión con los ancestros y la naturaleza provocan, desde esta mirada, autosuficiencia y sobrevaloración de la inteligencia sobre la sabiduría. En el silencio, la observación y la escucha se manifiestan las generaciones pasadas y la conexión con el universo.
Ak’abal teje los versos que unen el cielo y el inframundo, lo razonable con lo que no tiene sentido. Se entrega a la tarea de escribir, aunque en el pueblo del maíz, de los telares y de los bosques profundos de su tierra, algunos le miren con sospecha:

La poesía

finalmente
me convirtió en un huevón
y ahora
no hago otra cosa
sino escribir

La académica Martha Canfield de la Universidad Foscari de Venecia, una de las traductoras de Ak’abal, ya a una docena de idiomas, dice que juega con las sílabas en el juego llamado glosolalia, el cual según Octavio Paz es un fenómeno antiquísimo de todas las culturas, de Oriente al Mediterráneo, reinventada por Huidobro en Altazor. Los animales hablan: “TUKUR, TUKUR, TUKUR... tecolote, tecolote, tecolote, el pájaro canta su nombre nocturno”.
Los tecolotes son los búhos, como el Tutuquere de los mapuche. Ak’abal vive caminando por los bosques y caminos rurales de Momostenango, donde tiene su casa sencilla en una esquina del borde de la pequeña ciudad maya. Tiene un asiento de piedra y barro adherido a la fachada, como los antiguos de Chile que observaban el ir y venir de las gentes, el sonido de las vacas y caballos en los adoquines, y en la noche el canto de los tecolotes que revolotean las quebradas. Nos recuerda al poeta Elicura Chihuailaf que sabe distinguir el canto de treinta aves y recitar en su lengua aviar a una docena. Ak’abal habla como un búho que observa silente.

La voz de los tecolotes
es eco de otro mundo
La raíz de su canto
está en la oscuridad de la noche.

Ak’abal vive en comunión con los animales. Como Apolinaire que escribió El Bestiario, Ak’abal escribió su Ayuq –o El Animalero– en el año 2000. Le habla a las polillas –carpinteros de toda la vida–, a los murciélagos "que esperan la noche para ver su camino", o "la tórtola canta y con suavidad de musgo acaricia su nido".
Los bosques son su refugio en Guatemala, mientras el mundo acecha con su dolor y su rabia. Los jinetes de la muerte asesinaron al alcalde de La Democracia, a la socióloga que investigaba la corrupción, al activista kakchikel Lisandro Guarcax... Se acerca el fin de una época y comienza un nuevo ciclo. Humberto Ak’abal, que sueña en kiché y español, quiere la restitución de la buena vida que fue destruida. El Maya –gente del maíz– reclama y sueña con el Paraíso que fue y que vendrá, en su propia escatología:

Aquí era el Paraíso

Maíz, trigo y frijol,
no había fruto prohibido,
las culebras eran mudas
Jelik Chumil y Kowilaj Chee
hacían el amor sobre la hierba
y se cubrían con el cielo
Hasta que hablaron las serpientes
prohibieron los frutos
y se repartieron entre sí
el paraíso.


* Trabajan en Guatemala con municipios y textileros mayas, desde el coaching a la danza comunitaria.