martes, 14 de junio de 2011

¿Quiénes somos, al final del día?... No sé, pero puedo decirles de dónde hemos venido

Búsquedas en nuevas y antiguas cosmovisiones
M a r y   J u d i t h   R e s s *

 

Estabas tú y estaba yo cuando nació el universo hace 15 billones de años, en una gran fulguración.  Energía, fuego, luz y calor estallaron en todas las direcciones creando el universo, el tiempo, el espacio.  La materia de todo lo que alguna vez existiría –galaxias, estrellas, planetas, océanos, montañas, árboles, hormigas, elefantes, Buda, Jesús, Teresa de Ávila, Quetzalcóatl, Sor Juana Inés de la Cruz, tú, yo– estaba presente en la energía de esa inimaginable fulguración primordial.
Estabas tú y estaba yo durante los siguientes billones de años de noche fecunda cuando los átomos se juntaron para formar hidrógeno y helio.
Estabas tú y estaba yo cuando en un instante de esta noche fecunda, el universo, en un gran estremecimiento, dio a luz a más de 100 mil millones de galaxias
–incluyendo la nuestra, la relativamente insignificante Vía Láctea–. Cada galaxia tenía su propia dinámica interna; cada una creó millones y millones de estrellas. La inmensa creatividad que produjo el nacimiento de las galaxias fue un evento único: nunca nacerá otra galaxia.
Estabas tú y estaba yo cuando hace unos 5 billones de años, en una esquina de la Vía Láctea, nació nuestra estrella desde la materia estelar de la explosión de una supernova. Una vez nacido, nuestro sol mostró los mismos principios de auto-organización presentes en el universo entero y creó su propio sistema de planetas, incluyendo al nuestro.
Estabas tú y estaba yo cuando la tierra, debido a su posición en relación al sol y a su propia dinámica interna, mezcló dentro de su vientre los minerales, los gases y líquidos a partir de los cuales creó, hace unos 4 billones de años, la primera célula orgánica.  Poco a poco, estas células aprendieron a recordar, a juntarse, a adaptarse.  En un gran salto, aprendieron a “comer” la energía del sol. E inventaron el sexo para reproducirse; y también inventaron la muerte a medida que algunos seres vivientes aprendieron a comerse a otros.
Estabas tú y estaba yo cuando hace 600 millones de años, nacieron una variedad asombrosa de organismos multice-lulares: gusanos, corales, insectos, almejas, estrellas de mar, esponjas, arañas, vertebrados, etc. –además de otras especies hoy extinguidas–.  Los gusanos aprendieron a culebrear para cazar, mientras otros seres desarrollaron alas. Algunos inventaron los dientes, mientras otras criaturas inventaron la concha.
Estabas tú y estaba yo durante el milenio siguiente, cuando las olas del mar fueron dejando algunas plantas enredadas en las rocas y éstas aprendieron a vivir a la orilla del mar; cuando poco a poco, algunas de estas plantas se convirtieron en árboles y fueron capaces de llenar de vida verde los continentes vacíos.
Estabas tú y estaba yo cuando los animales siguieron a las plantas hacia la tierra y en algunos milenios más los continentes fueron habitados por anfibios, reptiles, insectos y dinosaurios.
Y también estabas tú y estaba yo cuando hace unos 67 millones de años, una colisión astronómica cambio la atmósfera de la tierra a tal punto que casi todas las formas de vida animal tuvieron que reinventarse a sí mismas o desaparecer.  Esta destrucción también abrió nuevas posibilidades: las aves y los mamíferos –que no habrían podido desarrollarse en presencia de los dinosaurios– florecieron como el resultado de este supuesto desastre.
Estabas tú y estaba yo cuando los mamíferos, al establecerse de manera permanente en la tierra, hace unos 60 millones de años, empezaron a desarrollar una sensibilidad emocional –una nueva capacidad del sistema nervioso para sentir el universo–.  Tanto la belleza como el terror del mundo se incrustaron profundamente en la psique de los mamíferos, incluida la de los humanos.  En algunas instancias muy raras, sobre todo en los primates, esta sensibilidad emocional se combinó con una capacidad neural de conciencia consciente de sí misma –este fue el caso de los mamíferos humanos–.
Estabas tú y estaba yo cuando hace 4 millones de años, nuestros/as ancestros/as se pararon en dos pies; cuando hace 2 millones de años, hemos empezado a usar nuestros manos para moldear la materia de la tierra en herramientas y a controlar el fuego; cuando hace unos 35.000 años, hemos alcanzado un nuevo nivel de conciencia que expresábamos festejando con danza y música y realizando ceremonias en torno al paso de las estaciones y a la muerte de nuestros seres queridos; cuando hace unos 20.000 años, hemos empezado el ciclo de domesticación del plantas y animales que también nos fue domesticando a nosotros en la medida en que ya no teníamos que seguir cazando y recolectando en tribus nómades.
Estabas tú y estaba yo cuando, con un aprovisionamiento seguro de alimentos, empezamos a vivir en aldeas.  En este nuevo contexto, pudimos desarrollar la cerámica, el tejido, la arquitectura; pudimos construir templos y hacer ritos a la Gran Madre. Entre el período que va desde 10.000 hasta 5.000 años atrás, creamos las estructuras del lenguaje, la religión, la cosmología, las artes que definirían a la civilización humana hasta hoy en día.
Estabas tú y estaba yo cuando hace 5.000 años, hemos establecido las grandes civilizaciones urbanas como los nuevos centros de poder: Babilonia, París, Roma, Jerusalén, Atenas, Cairo, La Meca, Delhi, Tenochititlán, Cuzco. Estas grandes ciudades se caracterizaron por sus relaciones jerárquicas y por el énfasis en la especialización de los trabajos. Fue una época de muchas transformaciones: los ríos y los mares podían ahora ser navegados y usados como vías de transporte; los bosques y los minerales podían ser explotados como recursos. En esta época la civilización humana creció en número y en riqueza: construimos grandes catedrales, palacios y templos. Para proteger esta riqueza, creamos la fuerza militar con armas cada vez más sofisticadas.  Las guerras empezaron a ser crónicas. La Diosa Madre de los tiempos neolíticos, más vinculada con la agricultura, fue reemplazada por un Dios Padre que como rey, gobernaba desde el cielo.
Estabas tú y estaba yo cuando durante los siglos 19 y 20, hemos desarrollado el estado-nación con su mística del nacionalismo, el progreso, las libertades democráticas y los derechos individuales a la propiedad privada y al lucro económico; cuando hemos desarrollado tremendos poderes científicos, tecnológicos, económicos hasta que podemos –en nuestra forma humana– controlar los procesos mismos de la tierra y usarlos para el bien de nuestra especie.
Estabas tú y estaba yo cuando recién en estos últimos años estamos descubriendo que el universo no es un “lugar”, un telón de fondo para nuestro actuar, sino una comunión-en-evolución constante de seres cada vez más complejos.
Estás tú y estoy yo cuando la vida misma nos hace recordar lo que la memoria de nuestros cuerpos, las células de origen, siempre han sabido: que nada existe, ni ha existido, ni existirá, por sí mismo, sin todo el resto de lo existente.  Todo es parte de un mismo Misterio.  Somos un eslabón en una cadena de ADN que se reformula y transforma en cada momento.
Acuérdate bien: estabas tú y estaba yo presente en la bola de fuego al principio del universo; después, en las galaxias; luego, en los planetas; más adelante en el culebrear de los gusanos, en el volar de las aves, en las ramas gigantes de las araucarias; y aun más adelante, en ese primer ser humano que se paró en dos pies y usó sus manos para recoger el fuego; después en la tribu recolectando fruta en el bosque; luego en la aldea celebrando los ciclos de la Gran Madre y más adelante en la ciudad dominada por la catedral donde fuimos para rezar al Dios Padre.
Y luego, estarás tú y estaré yo presente en los seres que vendrán después de nosotras/os quienes, como dijo H.G. Wells, “extenderán la mano y tocarán las estrellas”.  Estaremos en las nuevas especies, más complejas que la especie humana, que alcanzarán modos de ser aún más íntimamente relacionados entre sí. Nuevas sorpresas en esta danza cósmica de la Sorpresa Sin Fin.

* Teóloga ecofeminista, periodista, editora y escritora. Co-fundadora del Colectivo de mujeres Con-spirando y Tremonhue, centro de espiritualidad y salud holística.
1 H.G. Wells, "The Discovery of the Future" (1902), citado en IDOC Internazionale 6/89, "After Death: Earth as Matrix," p. 2.
2 Esta meditación surge después de haber leído el prólogo del libro The Universe Story de Brian Swimme y Thomas Berry (San Francisco: Harper, 1992).--MJR

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